sábado, 3 de diciembre de 2011

A modo de Postfacio de una lectura animada




Allí estábamos, en torno al rectángulo que conformaban seis pequeñas mesas ensambladas. En medio de la mesa, presta para nuestro diálogo lector, una novela: “Libertad”, de Jonathan Franzen. 
La habíamos escogido para lectura del mes por unanimidad. Fue una decisión fácil. Los reclamos del runrún mediático y de la crítica literaria de prensa mejor intencionada salpicados de algunos datos “mitificantes” sobre el autor –portada en Time, rechazo a una entrevista con la todopoderosa Ophra Winfrey y otros signos de “enfantterribilidad”- la hacían lectura obligada para nuestro club lector.
¿Respondió a nuestras expectativas de lectores “avisados? ¿Nos gustó? ¿Una gran novela? ¿Más ruido que nueces?... Saltan las opiniones a borbotones; una primera, y buena, señal de que no nos había dejado indiferentes:  

·         Una  buena novela de la América del post trauma de los años Bush. La familia Berglund no es, más allá de la primera impresión, el tema central de la novela, sino un motivo que, a modo de patchwork, va bordando, de punta a punta –puntada a puntada- y de costa a costa un conjunto de “piezas”, motivos, personajes, paisajes, temas y contextos, sonidos e imágenes,  el clima emocional, físico y moral  de los Estados Unidos de estos treinta últimos años. (Un estupendez particular: Visión de los EEUU más cercana, en mi parecer, a la que ofrece Norman Rockwell en sus dibujos –los conocéis de sobra- que a la del bueno de Noam Chomsky.)

·         Respuesta inacabada, nunca definitiva  a  cómo vivir, a cómo brujulear en una época que parece haberse vuelto loca, envuelta en un tono tragicómico de una virtuosidad encomiable.

·         Reflexión desencantada sobre la capacidad de los americanos -aquí Patty, Walter, Richard, Joey…- para dar un sentido individual a una libertad buscada a la contra de su generación familiar anterior. Ejemplo estupendo: Walter, el “virtuoso” esposo, volcando sus ideales ecológicos en la salvación de un pajarillo y ofreciendo, para ello, a la voracidad de una empresa bushiana, vastos territorios vírgenes que arrasará las montañas a golpe de dinamita. Recuerdo del paradigma siniestro de la guerra del Vietnam: “Por su bien, debemos arrasar este poblado”.

·         ¿Una Freedon a la americana? Pues, sí, aunque sea para errar, para tomar decisiones equivocadas generación tras generación, para no saber gestionarla. Yo diría que también una Freedon “a la nuestra”, a la de todos. Pese a todo, la familia Berglund sobrevive. Y también sobreviven sus hijos, aunque hayan derrochado su bien más preciado, su libertad.

·         Cruce de Realismo socio-naturalista decimonónico y folletín al estilo de “Mujeres desesperadas” (esto lo digo yo) tanto en la descripción como en la caracterización  de los personajes –minuciosidad llamativa con Patty como mejor ejemplo-con el que es fácil identificarse a cualquier lector y que resulta una “extrañeza” agradable en un ámbito narrativo actual distinto, no mejor ni peor, más experimental, como, por ejemplo, el del último De Lillo que hemos leído.

·         ¿Novela genial? No. ¿Buena novela, incluso muy buena novela? Sí.

3 APOSTILLAS
Perdón por no decir todo lo que dijisteis y debiera haber dicho.
¿Por qué dejamos este día la sala con la noche más cerrada que en otros encuentros?
¿Cómo nos influye a los lectores “ilustrados” (con perdón) que una obra venga precedida con el adjetivo “genial”?


2 comentarios:

  1. Estupendo Postfacio Sergio.

    El debate sobre "Libertad" me pareció más rotundo, y centrado en la obra, que otros anteriores.

    A la última pregunta de cómo nos influye a los lectores "ilustrados"(no es mi caso, no me siento ilustrada, como ya sabes) que el adjetivo "genial" preceda la obra, pienso que con prejuicios o desconfianza en algunos casos, en otros con curiosidad e interés.

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  2. Ahí va, como veis con mucho retraso, un comentario de la novela "libertad" que cuelgo ,a su vez, como comentario al fenomenal postfacio de Sergio.


    Voy a tratar de explicar las razones por las que “libertad” me parece una buena novela, pero no una obra maestra.

    A) Por qué es una buena novela.

    1) Aprueba con notable el primer test que tiene que afrontar cualquier novela, al menos cualquier novela de corte más o menos convencional: que sus páginas se pasen con facilidad, que el libro se tome con agrado y no con pesar. Y esto que parece elemental no siempre es fácil, especialmente, si se trata de una novela de más de 700 páginas. Captar y sostener la atención del lector durante tres semanas de lectura intensa exige combinar un estilo eficaz y un gran sentido del ritmo narrativo. “Libertad” tiene ambas cosas.

    2) Los personajes son reales. El lector se los cree y esto es lo que hace posible ese maravilloso juego de espejos en que consiste la literatura: que somos uno (o algo parecido) y soñamos ser mil mediante muchos y variados procesos de identificación, empatía, rechazo, etc. Patty es real, Richard es un imbécil, pero un imbécil bastante verosímil, Walter tiene, en mi opinión, un punto más grotesco, más caricaturesco. Pero sí, en general, los personajes son reales. Por eso sus anhelos, sus frustraciones y sus vivencias no nos son ajenos.

    3) El libro, probablemente por todo lo anterior y por otras muchas cosas, es un fiel reflejo de su época. El tiempo y la sociedad que trata de retratar lo plasma de forma muy eficaz, muy viva.

    En definitiva, Libertad me parece una buena saga familiar.

    B) Por qué no es una obra maestra.

    1) Lo primero es una cuestión de intensidad de sus propias virtudes. El estilo es eficaz pero no brillante ni deslumbrante. Franzen no es Flaubert, ni pretende serlo.

    2) Los personajes son reales, pero ninguno tiene una fuerza arrolladora. No hay un personaje que sostenga la novela, como sucede con un Hertzog, un Kurtz , etc, etc.

    3) Lo que menos me gusta: su estructura es demasiado convencional. Una obra maestra tiene que ser algo más que una buena saga. Hay muchas sagas maravillosas escritas en el siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX (los Bunderbook, por citar el primer ejemplo que me viene a la cabeza o la “marcha Radeztky” que acabamos de leer).

    ¿Alguien diría de un cuadro pintado en el tercer milenio “a lo Velázquez” que es una obra maestra de la pintura? Yo creo que no, aunque las galerías de arte, las casas y los edificios oficiales están llenos de cuadros contemporáneos muy convencionales.

    En fin, con lo anterior tampoco quiero caer en lo que yo llamo el síndrome “Flaubert” o el síndrome “Joyce”. Me explico. El síndorme “Flaubert” parte de que toda novela tiene que ser algo perfectamente estructurado, pensado al milímetro, pulimentado. El síndrome de Joyce supone que toda novela que empiece por el principio y acabe por el final es una porquería. Pues bien, cientos de ejemplos demuestran que ambos síndromes son una chorrada. Vida y destino es mastodóntica, a veces desequlibrada, desestructurada (poco flaubertiana en definitiva), pero contiene alguna de las páginas más hermosas que he leído en mi vida y es sobrecogedora de principio a fin. El síndrome “Joyce” convertiría en una porquería a “La montaña mágica”, “En busca del tiempo perdido” o, caramba, al mísmisimo “Ulises” que empieza la amanecer de ese 16 de Junio y acaba en la madrugada del 17 (o sea que le tengo que cambiar el nombre al síndrome....).

    En resumen y en mi opinión: libertad es una buena novela, pero no una obra maestra ¿se leerá dentro de 75 años? Lo dudo. Bueno, también dudo que se lea el Quijote dentro de 75 años....

    Javier Suárez

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